Manualidades con niños

jueves, 27 de marzo de 2014

Cuánto me está costando!!

Y es que en días como hoy, cerraba las persianas, los ojos y pedía a la vida que pasase el día en un suspiro. Mira que llevo 9 años intentando parar el tiempo pero con estos agobios no puedo. No puedo con ese muro que me oprime el pecho, que no me deja suspirar a gusto. Yo es que siempre he sido de suspirar mucho. Ya me lo decía mi abuelo: "Es que tienes un corazón mu grande, niña, por eso te sobra aire" jaja qué majo era. 
He intentado estar relajada, he pedido a los niños que bajasen el volumen de los gritos, he consolado los llantos de Yago, aguantado las carreras y ladridos de Musko persiguiendo sombras por el pasillo y mi hombre con amigdalitis, moribundeando en el sofá. Pero ni con esas he mejorado. Me he pasado todo el santo día con la puñetera bolsita en el bolsillo del pantalón. Y venga a soplar, y a soplar, y a salibar, que también me han dicho que sirve. Por intentarlo que no sea. 
Quisiera encontrarle sentido a los agobios. Realmente soy feliz. Mis hijos están sanos, mi familia está bien. A ver, yo borraba una gran parte del entorno. Así, de un plumazo. A tomar vientos, o a freir puñetas, que se queda una como más a gusto. Pero no puedo, claro. Tengo un ex porculero y un pasado de esos de toma pan y moja. Que están ahí, oye, como las garrapatas, chupando sangre aunque no quiera. Porque yo no quiero que me afecte, pero me afecta, porque no es algo que yo pueda controlar. Igual que me afectan los días grises porque no puedo soplar para que se vayan las nubes, menos aún con todo este aire que me falta. 
Ea! Menos mal que el día está llegando a su fin y es la hora de ganchillo, manta y sofá. Y nada, rezaremos para que la meditación de la noche se lleve un poquito de agobio y traiga un poquito de aire. Encima es viernes, y a mi los viernes, me gustan sobremanera. Los viernes son grupo de costura, pizza, buena peli en buena compañía (a ver si ya no moribundea mañana) y siempre es preludio de fin de semana que trae relax y disfrute. ¡Ahí es ná!

domingo, 23 de marzo de 2014

Feliz cumpleaños

Mi querido niño bonito...
9 años ya. Este será el último de una cifra. En nada irá todo cuesta arriba y los años te volarán, como me vuelan a mi ahora. 
Y yo le pido a la vida que se pare, pero la puñetera no me hace caso. Va a lo suyo. Y yo sólo quiero ir a lo tuyo, a lo nuestro, a lo que me diste el día que naciste. Porque tu me diste la paz que tanto ansiaba, la paz que se llevó tu hermana al arco iris. Me diste las ganas de ser madre. De ser tu madre. Me diste una familia. Me diste risas y alegrías. También lágrimas y penas. Pero qué es la vida más que una de cal y otra de arena. Me enseñaste lo que es ser paciente. Me enseñaste también ese lado tan feo que tengo, cuando me enfado, que horrible es, ¿verdad?
Me enseñaste a sentir el auténtico miedo cuando te ha pasado algo. Me enseñaste, quizás, lo más importante. Mi querido niño bonito. Tú me enseñaste a amar. Ese amor puro e incontrolable que me domina cada vez que te miro y me veo en ti. Ese amor que hace que cada poro de mi piel sea ternura cuando te pienso. Ese amor que me hace llorar de alegría por saber que, de momento, te tengo. Tu cuerpo flaquito, tu corazón inmenso. Ese alma tan bonita que tienes, cariño mío. Ese alma que transmiten tus ojos grandes. Te miro en ellos y te veo entero. Veo tus buenos sentimientos, tus ganas de ayudar, tus ganas de aprender a ser mejor persona, a ser menos egoísta, a saber querer de otra manera.
Llevo un tiempo pidiéndote que te respetes, porque esa será la única manera de que te respeten a ti. Que te quieras, porque así los demás también sabrán quererte. Que seas tú y dejes de fingir ser ese otro que muestras a tus semejantes. Ya. Ya sé que todo es aprendizaje, pero no dejo de ser tu madre y de preocuparme por tí. 
Hemos pasado tiempos difíciles tesoro, pero hemos salido. Nos encontraremos con más (ni te imaginas hasta dónde la vida ahoga) pero saldremos igualmente. Siempre con la espalda recta y la cabeza alta. Porque habremos aprendido algo nuevo, y eso nos hace grandes. 
Si me aceptas un consejo, no me hagas mucho caso. Lo justo. Equivócate. Cáete. Tropieza. Yo siempre estaré detrás de ti para tenderte una mano, incluso en esos años en los que no querrás saber de mi. Da igual. Yo sé que eso es ley de vida. Nos conocemos durante unos años, luego nos desconocemos, y años más tarde, nos volveremos a conocer. Así es el ciclo. Yo lo sé, porque ya lo viví y lo que te prometo es no olvidarlo, para no recordartelo. 
Para este año te deseo todo lo bueno que tu cuerpo y tu alma sean capaces de soportar. Que metas muchas canastas. Que te sigas divirtiendo con las mates. Que mejores tus trucos de magia. Que seas el mejor amigo de tus amigos. El mejor hermano que tu hermano pueda tener, Que disfrutes. Que te rías. Que sigas recogiendo flores ahora cuando empiecen a florecer para regalarlas. Que cantes. Que bailes. Que te emociones. Que sigas encontrando nidos de perdices. Que juegues. Que te rompas pantalones. 
Te deseo, mi querido niño bonito, la más inmensa de las felicidades. Yo seguiré queriéndote hasta que me estalle el alma de felicidad por saber que eres mi hijo, mi pequeño gorrión de ojos grandes. Eres tan grande, pequeño. Ni te lo imaginas. 
Te quiero. 

jueves, 20 de marzo de 2014

Go slowly, honey

Vuelas, pequeño mío, mientras mi cuerpo grita en silencio; despacio, tesoro, despacio. No tengas prisa. Y ahí va la vida y te hace grande. No tanto por el espacio que habita tu cuerpo sino por la sonrisa eterna y el corazón inmenso. 
Tranquilo, de verdad, hay tiempo. Me da una pena que me desgarra las tripas que me pidas tetita y ya no sepas mamar. Un día te olvidaste pero, cosas de la supervivencia imagino, nunca olvidas el calor, la seguridad, el amor, la paz. Pero me siento feliz por ti. Porque lo hiciste sólo, a tú ritmo. Así lo quisiste. Y mamá, te respeta. Te respeto por el niño que eres hoy, por la persona que eres hoy y por el niño que serás mañana, el que espero que nunca pierdas.
Espero que nunca pierdas la sonrisa de tus ojos ni la mirada de tus sonrisas. La carcajada que te sale de lo más hondo. Tu hoyuelo mágico. Éste, sobre todo, nunca lo pierdas, será señal de que sigues sonriendo. Tus rizos locos, tu mirada traviesa de toda una vida entera, tus manos dulces, tus te quiero que me derriten la vida que me queda, las pedorretas que nos dan la risa, tu cara de ángel cuando duermes, tus saltos locos en los charcos, tus carreras a ninguna parte y a todos lados, tu magia. La que te hace ser ese ser loco y maravilloso.
No te pierdas nunca, cariño mío. Y si lo haces, vuelve. Mamá siempre estará al otro lado de la puerta, siempre. No hace falta ni que llames, sólo vuelve.
Espero que camines de mi mano el tiempo justo, para que luego camines de la de tus amigos, de la de tus errores, de la de tus logros, de la de tu compañer@ de la vida, de la de tus hij@s.
No me canso de mirarte mientras duermes, pequeño duende travieso. No me canso de mirarte mientras vives. No me canso de tus abrazos, ni de tus besos, ni de tus berrinches por no comprender la vida.
Disculpa por las veces en que soy imperfecta, mi dulce plusquamperfecto. Disculpa mis cansancios, mis espera un momento, mis suspiros al viento por tu impaciencia. Quiero llegar y no llego pero luego vienes tú, o tu hermano, y me traéis de vuelta a lo importante, vosotros.
Te quiero, mi amor. Te amo con todas y cada una de mis canas (por falta de tiempo), con todas y cada una de mis arrugas (más de risas que de penas). Te amo tanto, que si se pudiera, explotaría.
Gracias por ayudarme tanto estos pocos años. Por superar conmigo tantos momentos tan duros. Gracias por llenar mi vida de sentido, del común y del sensible. Por devolverme la cordura. Por cerrar el círculo. Yo sé que tu estuviste, te fuiste y volviste.
Pero te repito: go slowly, honey, slow, slow, slow

miércoles, 19 de marzo de 2014

Casi 500 días

Con sus casi 500 noches. Y creo que hoy, por fin, estoy preparada para escribirte. Con el corazón en la mano. Con un montón de lágrimas en la almohada. Aún con un montón de porqués. Hoy, casi 500 días desde la última vez que te vi, puedo escribirte sin lágrimas en los ojos y con el corazón un poco menos maltrecho. Todos los días me pregunto. Todos los días sigo sin encontrar respuestas. He accedido a hablar contigo porque bueno, tengo dos hijos, que por la circunstancia de ser yo tu hija, son tus nietos. Pero no deja de ser eso, una circunstancia. 
Hoy, me has preguntado que porqué he tenido que ir al psicólogo. ¿De verdad no lo sabes? Yo soy madre, y se, perfectamente cuándo mis hijos están mal. Sé cuando Yago ha llorado sin haber estado delante, o cuando a Ethan le ahonda una pena tremenda en el alma que no entiende. Han estado en mi vientre, como yo lo estuve en el tuyo. Pero como lo preguntas, te respondo: he tenido que ir al psicólogo porque no entendía porqué me quieres (porque imagino que me quieres) de la manera en la que me quieres. Porque es una manera de querer que no entiendo. Le de la vuelta o la mire del revés. El otro día me dijiste que me querías mucho. A mí se me pinchó algo en el alma. Me duele. Y me duele a mares. Porque no lo entiendo. Y en parte me da miedo, precisamente por no entenderlo. No entiendo que me tuvieras cerca y me hicieras marchar. Y creo que di oportunidades. Desde volver a tu casa cuando fui, junto con mi pareja y mis hijos, expulsada de ella. No abras los ojos. La boca también puedes cerrarla. No te eches las manos a la cabeza. Quizá fue un error. Yo espero no cometer nunca uno tan grande como madre. 
Es cierto, como me dijiste, que nadie me puso una mano en el pecho para volverme a mi tierra. De corazón, no te haces una idea de las ganas e ilusión que tenía de volver a teneros cerca, ver crecer a mi sobrina, que los primos jugaran juntos. No te lo imaginas. Así como no te imaginas las ganas que tenía, que teníamos, de ayudaros. De, entre todos, como tribu, sacarnos las castañas del fuego. Fracaso. Uno más. Un corazón un poco más roto, un alma un poco más tocada. Pero jamás entenderé que te fueras a tomar café con quien fuera, mientras tuve que llevar a Ethan caminando al médico o que no pasaras a ver a Yago las veces que estuvo malito. Y ya ves que no me nombro, porque yo no me duelo, pero mis hijos me duelen todo. O cómo pude flipar cuando te compraste un aire acondicionado sabiendo que la nevera la teníamos rota y que llegamos a intoxicarnos por comer cosas en mal estado. Y muchas cosas que no voy a enumerar porque no es el fin de este escrito. 
El fin es decirte que pido respeto. Que no me digas que me quieres cuando tu forma de querer me hace daño. Ya me dijiste que a tu edad no vas a cambiar. Es una pena, porque te vas a perder un montón de cosas. Yo intento reinventarme cada día, mejorar mis acciones, ser mejor persona, mejor madre, mejor mujer, mejor ser. Si quieres, te doy la opción a quererme menos, mucho menos, pero a quererme mejor. Hay una corriente cuya filosofía aboga por el menos es más. No quieras abarcar tanto, no quieras tener tanto porque al final, te quedas con poco. 
O con nada. 
¿Hoy sonríes todos los días? ¿Ríes a carcajadas? ¿Lloras por cosas bonitas?
Prefiero no tener perfumes pero si el olor de mis hijos. Prefiero no tener NADA, pero si tener a mis hijos. Y quererles, amarles y respetarles. Sobre todo respetarles. Porque yo, simplemente soy su madre, y es una circunstancia. Llegará el momento en el que vuelen y yo quedaré relegada a un plano, al que ellos quieran. Dejaré de ser la protagonista de sus vidas para convertirme en una mera figurante. Pero estaré. Sin juzgar. Respetando. Apoyando. Sosteniendo. 
Te he querido mucho. No puedo decir que he dejado de quererte, pero te quiero distinto. Y esto si lo digo llorando. No veo lo que escribo, sólo lo siento. No sé si te dejaré leer esto. A día de hoy, siento que no te lo mereces. Puede que mañana... o que hagan falta otros casi 500 días. Yo sé que tu esperas un te quiero de mis labios. Hoy no puedo. Quizás nunca pueda. Respétalo también. He tenido que tener casi 40 años para hacerme respetar . No siempre lo consigo. Pero contigo sí. Respétame. Quiéreme menos, de verdad. Quizás te sorprenda la vida. 

miércoles, 12 de marzo de 2014

Sin título

Y es que yo soy más de inspirarme en folio en blanco. 
Creo que la primera vez que me sentí mujer, mujer, fue el día que fui madre. Ya era madre, de una preciosa estrella, pero no había parido. Parir fue... la sensación más auténtica que había tenido jamás. Me sentí fuerte, poderosa, loba, diosa. Me comía la vida. A bocaos. Ese día también me bajé del mundo. Que pase, que pase. No quiero saber nada. Y sigo, casi 9 años más tarde, sin querer saber nada. Mi burbuja, en la que habita mi familia, es mi mundo. También me quité el reloj y he aprendido a orientarme de otra manera. A guiarme por mi instinto. Ese también salió hace casi 9 años. Desde entonces huelo más, acaricio más, beso más, siento más.
Vivo más.
Y ahora, a mis casi 40 y con 3 hijos me lanzo a escribir. Me recuerdo, cría, copiando poesías de la SuperPop (no ha llovido!!) y lanzándome tímida, a escribir las propias. Guardaícas las tengo aún. Recopiladas en una libreta de Winnipús para que acabe en manos de mis hijos un día que les de por revolver entre mis cosas y se partan de risa de su madre cursi. ¡Qué bien lo pasaremos ese día! ¡Mira!, ya tengo risas que están por venir. ¡Qué suerte!
Ya lo intenté hace unos años con un blog que quedó en el olvido. A ver si recupero las entradas y me las traigo a este, porque están los partos de mis ratones, entre algún que otro delirio loco. 
¡Qué vida de loca llevo! Pero cómo me gusta, oye. 
Si hace 5 años me llegan a decir esto... con mi trabajo cómodo (pero aburrido), mi vida estable (pero aburrida), mi horario fijo (pero aburrido), la carcajada se hubiese escuchado bien lejos.
Pero fue llegar mi pescao, dió la vuelta a mi mundo y me encuentro ahora en que voy de un sitio a otro dando clases, en que soy mamá a tiempo (casi) completo, en que me invento y me reinvento todos los días varias veces, que me atrevo a cortarme el pelo yo sola mientras el pequeño grita mamáááááá quiero "les umnos" (cereales de números), con más canas que vergüenza, haciendo malabares con la vida y pasándomelo teta. 
Y por si tuviera poco que hacer, anoche me inspiro, le escribo unas palabras a mi pequeño que me salieron por culpa de este puerperio que no me abandona, y se me ocurre que porqué no. Un ratito que me dedico. Un deja soltar las idas de olla. Vacía, vacía, vacía el alma, vacía la cabeza, vacía el corazón. De mi se quedará en esta vida los recuerdos que deje en mis hijos. Pero también esto. Para que dentro de muuuchos, muuuuchos años me lean, y me quede un ratito más dentro. Os quiero.