Manualidades con niños

lunes, 28 de julio de 2014

It's a slowly day!

Antes no me escuchaba. Antes iba por la vida pensando que lo podía hacer todo. Y podía. De hecho puedo, pero a costa de muchas cosas. A costa de estar irritada. A costa de no sonreír. A costa de prestarle a las cosas (y lo peor), a las personas, el tiempo imprescindible. A costa de hablar lo justo. A costa de tener a mis amistades pendientes de un hilo.
No me escuchaba. Pero ni a mi, ni a mi entorno. 
Hasta que me di cuenta que yo no siempre había sido así. Que yo soy slow.

Que amo el movimiento slow. 

Siempre caminé despacio cuando paseaba. Iba de compras sin prisas. Disfrutaba mi eterno helado de vainilla como si fuese el último. Y pasaba horas en el malecón (justo donde ahora habita el Auditorio Alfredo Krauss de Las Palmas) viendo cómo estrellan las olas contra las rocas. Silencio en el estruendoso océano.
A pesar de haberme dado cuenta de esto, sigo entrando en esa espiral de prisas, de "yopuedocontodo" aunque me doy cuenta rápido y paro. Y entonces llegan días como hoy donde me despierto con una sonrisa en los labios, desayuno saboreando el pan recién tostado y el aromático café que me termina de despertar, disfruto de cada uno de los besos y abrazos que me dan mis hijos y mi contrario (hasta los lametones del perro los disfruto) y me dispongo a charlar un rato con mis locas costureras mientras ganchilleo tranquilamente el regalo de una de mis mellizas favoritas. Hago la comida sin prisas, como sin prisas, escribo este post sin prisas y aún me queda toda una tarde para disfrutar lo que me depare. 
Y me importan un cuerno los pelos del perro metiéndose en todos los rincones, la ropa sin destender o la cama sin hacer.
Mañana desayuno con amigas, así que va a ser también un día slow.
De hecho, tengo el presentimiento que lo va a ser tooooda la semana.
Así que, ¡a disfrutar!